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FRANCISCO DE ASIS EN POPAYÁN

EL LEGADO DE SAN FRANCISCO DE ASIS EN POPAYÁN

Marco Antonio Valencia Calle

La iglesia más bella de Popayán está consagrada a San Francisco de Asís. Es grande, inmensa, pero al mismo tiempo sencilla, como casi todas las iglesias franciscanas que hay en el mundo en honor  al más popular de los santos cristianos.

A  Francisco de Asís, ya en vida le decían santo. Y no ha faltado quien lo llamó el “segundo Cristo en la Tierra”.  Era muy espiritual y tenía demasiado cristianismo corriendo por sus venas, decían. La iglesia cambió a partir de él. Todavía hoy, en el siglo XXI, cuando el nuevo Papa escoge su nombre para pontificar a partir de sus postulados básicos de caridad, austeridad y respeto a la ecología, nos pone a pensar. Su imagen es la de un joven fraile lleno de pájaros acompañado por un lobo. En los años sesenta los hippies acogieron su filosofía de “paz y bien” e impusieron el saludo de “paz hermano”, porque así saludaba el santo.  Para los franciscanos, el saludo de la paz en la iglesia, es un gesto mayor, importante, clave en la misa y en la vida. 

De las enseñanzas de san Francisco rescatamos: “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible, y terminarás haciendo lo imposible. La pobreza da libertad: si eres pobre, estarás lejos de la mezquindad, y de las persecuciones que generan el dinero. Poco necesito, y de lo poco, necesito poco. Vive humildemente, para que otros humildemente vivan. La cortesía apaga el odio y fomenta el amor”.

A él se le debe el invento del pesebre, que en algunos lugares del mundo le llaman “El belén”, que no es otra cosa que la propaganda más poderosa del cristianismo;  y dejó como postulado un norte: hay que predicar con el ejemplo y respetar a todos los seres vivos de la naturaleza.

Los frailes francisanos llegaron a Popayán por Lima y Quito, y  construyeron aquí un convento que hoy llamamos Hotel Monasterio, y para enero de 1765 comenzaron a construir la iglesia, con planos del español Antonio García, aportes de las familias Valencia y Mosquera, oro traído del Chocó y dinero recogido entre los ciudadanos. Un trabajo que duró veinte años, hasta que un 18 de noviembre de 1818, se consagró el templo a San Francisco de Asís.

El templo y el convento han sido dañados por varios terremotos. La fachada es de traza renacentista y barroca en su remate, y su interior está construido en mampostería de ladrillo. En las reconstrucciones por el terremoto de 1983, se encontraron en la base de los altares 42 osarios. Tumbas de niños y adultos, algunos de ellos cuerpos en cajones y otros depositados directamente sobre el piso. La Iglesia explicó que ha sido tradicional enterrar en sus edificaciones a frailes y personajes especiales, en recompensa a sus servicios y donaciones, y de alguna manera para que los fieles fueran a misa y de paso visitaran a sus muertos. La gracia, para poder ser enterrado en una iglesia la obtenían síndicos, cófrades, mecenas. No podían ser enterrados allí, los ejecutados por la justicia sin arrepentirse, los excomulgados, los impenitentes y los que morían en duelos sin confesarse. Las monjas, fueron enterradas siempre en los huertos de sus conventos.

Bueno, todo lo anterior viene a cuento porque es necesario que los ciudadanos de Popayán sepamos que tenemos que preservar el templo de San Francisco de Asís con todos sus enseres. El templo hace parte de nuestro patrimonio, de nuestro paisaje y de nuestra cultura. No dejemos que un florista llene de clavos la fachada cada ocho días para una boda, y pidamos explicaciones por las imágenes de la iglesia que no están en sus puestos.

La Ley de Cultura firmada en 1997 nos recuerda que cultura “es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y de las letras…”; y que todos los bienes culturales son inalienables, imprescriptibles e inembargables… en tanto que forman parte de la identidad de la nación.

Los bienes muebles de la iglesia, son de la iglesia, claro. Pero al mismo tiempo, hacen parte del patrimonio ciudadano. La Iglesia San Francisco es un monumento que fortalece la identidad de los payaneses, un sostén de nuestra historia, y la riqueza que legamos a la gente del futuro.

Y por eso, hoy todavía me sigo preguntando ¿qué pasó con las imágenes de los santos del púlpito de la canéfora? Sería muy importante que la iglesia y los síndicos nos dieran explicaciones.

 

 

 

 

 

 

 

QUÉ HACEMOS CON LOS MAMERTOS?

¿QUÉ HACEMOS CON LOS MAMERTOS?

Valenciacalle@yahoo.com

Marco Antonio Valencia Calle

 

El sábado, por gentil invitación del lunático y bigotudo del Julio Garavito, me fui a tomar unos tragos a La Alambra, uno de los bares míticos de Popayán, donde después de cuatro aguardientes dobles con hierbabuena, medio ebrio y tal,  llegué a sentirme  como Hemingway en la Bodeguita del Medio, en la Habana, por allá en Cuba.  

En La Alambra el aguardiente sabe a gloria, cuando se habla de mujeres las paredes susurran canciones de amor, y si el tema es el fútbol llegas a sentir la emoción como si estuvieras entre la gradería de un estadio. Pero la magia más grande ocurre cuando hablas de política.  Además de ser uno de los mentideros más grandes de la ciudad donde se ventilan candidaturas y se inventan todo tipo de dimes y diretes, cualquiera termina metiendo la cucharada en lo que se dice en la mesa del vecino, como si estuviéramos en una cena familiar.

Como a eso de las once y pico de la noche, por un instante milagroso todos en el bar nos quedamos callados, incluso hasta Carlitos Gardel que sonaba con voz remasterizada en cedé, guardó silencio para dejarnos oír de una de las mesas del fondo, casi a la entrada del baño, a una universitaria de cabellos largos gritarle a sus cuatro compañeros de mesa “Entonces ¿qué hacemos con los mamertos?”

Y enseguida, todos en el sitio comenzamos a hablar de los mamertos. Unos a defenderlos, otros a explicar el concepto del término, otros a contar confidencias de contacto con ellos (como si se tratara de experiencias con dinosaurios), y no faltaron los que expresaron repulsión como si estuviéramos hablando de serpientes, arañas viudas o algo parecido.

Los mamertos son, dijo uno, individuos que teniendo ideas de izquierda por militancia en el partido comunista o similares, se le mamaron a continuar en la revolución y le sacaron el cuerpo a sus ideas y a su partido; y hoy doblegados y serviles, le trabajan al rico o están camuflados en la burocracia estatal.

 –Esos son peligrosísimos, repostó alguien. –Se la pasan denigrando del Estado, quejándose de todo, pésimos trabajadores, desanimando a todos, malogrando todo, no colaboran con nada, llorones de oficio, que no proponen nada. –Charlatanes, le interrumpió una señora al borrachito pastuso que gritaba en vez de hablar.

-Qué va, hoy mamerto se le dice a cualquiera que escucha musiquita protesta, anda con mochila y fuma porro para posar, pero de protesta política social, salvo el anarquismo emocional del día, no tienen ni idea. –Dijo un profesor universitario.

-En México y Ecuador significa tarado, bobo, lerdo.-dijo una señora de senos y ojos grandes que acompañaba a un poeta con sombrero. –  Y en la Argentina se le dice mamado o mamerto al borracho, dijo el poeta.

-Para mí, un mamerto, es un lento-.dijo una chica con guitarra en mano.

-Así se le dice a los que le ponen “un pero” a todo para no hacer nada, a los que le buscan pelos blancos a los gatos negros por llevar la contraria, por hacerse notar.-Dijo un gordito enano, albañil tal vez.

-Son seudo-izquierdosos que están en contra de todo, hasta de la propia izquierda. Inconformes de oficio que llaman, y son inmamables y desesperantes- Intentó explicar un funcionario de la rama judicial.

-Al que da lora barata se le llama mamón, y al que se cansa de algo se le dice que se le mamó a la situación. Entonces, mamerto se le dice a los izquierdos que se la mamaron a la revolución o la militancia de izquierda, pero andan quejándose todo, todo el tiempo- dijo el más borracho de los borrachos.

-Un mamerto es la cosa más jarta del mundo, no sirven para nada, no hacen nada pero joden por todo, critican todo, son problemáticos, cantaletosos, todo les parece malo, feo, grosero, criticable, demandable, entutelable... y lo peor, es que los hijuemadres se creen intelectuales o líderes políticos. No, no, no, que cosa más agria es un mamerto en el trabajo.- Dijo un tipo flaco, con corbata, tal vez empleado de la gobernación.

-La palabra mamerto es un insulto. Los marxistas leninistas nos insultaban con esa palabra a los del partido comunista.- Dijo un señor ñato con cara de abogado y mamerto pleno.

-Lo malo, es que los analfabetas políticos llaman mamerto a todos los que militan en cualquier partido de la izquierda, y eso no es así. –Dijo la universitaria que comenzó la tertulia con su pregunta ¿qué hacemos con los mamertos?

-Mamerto se le dice, a los izquierdistas que maman sueldos como burócratas del Estado, pero todo el tiempo hablan mal del mismo Estado, en una incoherencia risible- Dijo un estudiante de pelitos parados con gel de Amway.

Hoy me acuerdo de todo eso, y me da risa, mucha risa.

 

 

 

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